Un grupo de hackers informáticos
reunidos en un grupo sin afán lucrativo sacaron a la luz papeles secretos de
diplomáticos de todo el mundo.
La
conocidísima Wikileaks era poco más que una pagina de Internet visitada solo
por los más internautas hasta que un grupo de grandes cabeceras internacionales
decidieron valorar sus informaciones y dar un paso más publicando esos miles de
cables que reunían en esa pagina en las hojas de sus periódicos. En ese momento
empezó el gran debate que ha despertado el amor de muchos por el nuevo
periodismo “ciudadano” pero también el miedo de otros por este devenir de una
profesión que hasta hace poco se considerada reservada solo para unos pocos.
Lo
cierto es que en ningún momento Julian Assange, jefe de Wikileaks, ni sus
colaboradores quisieron quitar el trabajo a los profesionales de la
comunicación, pero si querían levantar y encender un movimiento crítico para
ayudar a cambiar esto a lo que todos llamamos periodismo y que podemos decir
sin miedo a equivocarnos que se ha corrompido o ha perdido gran parte de su
esencia. Por ello parece bastante claro que los que se declararon detractores
de estos hackers lo hacían más por miedo a perder su situación privilegiada que
por defender el periodismo.
Uno
de los grandes problemas de Wikileaks, es que las informaciones difundidas por
ellos va más allá de la legalidad siendo, en algunos de los países, un delito
grave que atenta contra la soberanía del país al sacar a la luz papeles
secretos que ponen en peligro la Seguridad Nacional. Este es el caso de Estados
Unidos, el estado que más ha perseguido a estos hackers y el más atacado por
los mismos. De este país es Bradley Manning, el marine que entregó a Assange la
mayor parte de los papeles secretos que han revolucionado los gobiernos de
medio mundo. El marine fue encarcelado esperando ser juzgado por un consejo militar.
Desde el momento en que se conocieron los papeles Estados Unidos declaró a
Julian Assange como enemigo del país y empezó una campaña contra la
organización de internautas que ha sumado aún más temas al debate sobre
Wikileaks. Los estadounidenses divididos se posicionan entre la sagrada
Seguridad Nacional y la Libertad de Información defendida en su carta de
independencia.
En
Europa, parece estar la cosa más clara y es que el apoyo de las grandes
cabeceras al trabajo de Assange y sus colaboradores parece haber dado la razón
a los hackers suscitando en el Viejo Continente un debate con difícil solución.
Interenet ha dado unas posibilidades a los ciudadanos que, unos cuantos años
antes, solo estaba en manos de los poderosos periodistas, que los convertía en
Headkeepers. Gracias a Internet los ciudadanos pueden informarse sin necesidad
de los medios de comunicación de masas perdiendo, estos, el poder de decidir la
agenda de los ciudadanos lo que, para muchos, mata al periodismo. Pero parece
que no todos los medios piensan así, empezando por los cinco que decidieron
apoyar a Assange y publicar en sus páginas los cables secretos: The New York
Times (EEUU), The Guardian (Reino Unido), Der Spiegel (Alemania), Le Monde
(Francia) y El País (España). Estos medios, de los más importantes tanto de
forma internacional como en cada uno de sus países, apostaron fuerte por
Wikileaks y rompieron una lanza en favor del hacker sueco y sus colaboradores,
colocando este debate en la agenda mundial. A partir de entonces Wikileaks se
convirtió en un ejemplo para todos los ciberactivistas y ayudó a los nuevos
movimientos sociales, siendo clave incluso en revoluciones como las de la
Primavera Árabe donde Internet fue una herramienta clave para el levantamiento
y el posterior derrocamiento de los gobiernos autoritarios.
Es
importante contar que la mayoría de cables filtrados no tenían un gran valor hasta
que los medios se hicieron con ellos por
lo que podemos considerar a Wikileaks más que un medio de información una
fuente que necesitó de los medios para conseguir su objetivo.
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